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La amistad, una aliada del cerebro: cómo los vínculos sociales protegen la salud mental y previenen la demencia

Especialistas destacan que mantener relaciones sociales sólidas puede reducir el riesgo de deterioro cognitivo, depresión y enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.

La amistad, una aliada del cerebro: cómo los vínculos sociales protegen la salud mental y previenen la demencia

La amistad, una aliada del cerebro: cómo los vínculos sociales protegen la salud mental y previenen la demencia / Maskot

Más allá de la alegría y el apoyo emocional que brindan los amigos, la ciencia ha demostrado que la amistad puede ser un factor clave para preservar la salud cerebral. Diversos estudios internacionales han vinculado el aislamiento social con un mayor riesgo de deterioro cognitivo, mientras que los vínculos afectivos de calidad favorecen el bienestar mental y físico a largo plazo.

El aislamiento social es uno de los 14 factores de riesgo modificables identificados por la Comisión Lancet en relación a la demencia. Según este informe, abordar estos factores podría prevenir o retrasar hasta un 45% de los casos en el mundo. En esa línea, el doctor Matías Alet, especialista en neurología vascular, subraya que la interacción social sostenida “preserva la estructura cerebral, fortalece las reservas cognitivas y mejora la conectividad entre neuronas”.

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La psiquiatra Patricia O’Donnell refuerza esta visión: “La amistad es una relación de hermandad elegida, una forma del amor. Cumple una función fundamental en todas las etapas de la vida”. A su juicio, los vínculos afectivos brindan un espacio de identificación, pertenencia y aceptación, con efectos directos en el bienestar psíquico.

Según los expertos, las personas que participan activamente en su comunidad y tienen redes sociales amplias presentan menor riesgo de sufrir deterioro cognitivo. El impacto positivo de estas relaciones es aún mayor cuando los vínculos son de calidad y se dan en contextos de confianza y reciprocidad.

Pero no se trata solo de estar acompañado. El doctor Alet diferencia entre aislamiento social —una falta objetiva de contacto con los demás— y soledad —la percepción subjetiva de estar solo—. Ambos pueden afectar el cerebro, aunque de formas distintas. Mientras el aislamiento se asocia al daño estructural en regiones como el hipocampo, la soledad tiende a desencadenar síntomas depresivos que afectan la función cerebral.

Durante la pandemia, la neurociencia también comprobó que las interacciones cara a cara generan una mayor “sincronía cerebral” que las relaciones virtuales. Esa conexión entre lóbulo frontal y parietal derecho es clave para interpretar emociones, gestos y pensamientos del otro. Aunque la virtualidad puede ser útil, no reemplaza el impacto profundo de los encuentros presenciales, publica Infobae.

Construir relaciones sociales de calidad no solo previene el deterioro mental, sino que puede transformar la vida cotidiana. Participar en grupos, compartir intereses, convivir con mascotas o simplemente tener con quién hablar, puede ser el antídoto contra la soledad, una herramienta de resiliencia y un estímulo constante para el cerebro.

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