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Las listas de Darwin: los Pro y Contras de casarse según el genio autor de la teoría de la evolución

En 1838, Charles Darwin hizo dos listas para decidir si el matrimonio era compatible con su carrera científica. La conclusión marcaría su vida y su obra.

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Getty Imagen / Mario Andrés Vergara Escobar

En 1838, mientras desarrollaba las ideas que más tarde transformarían la biología moderna, Charles Darwin se enfrentó a una disyuntiva profundamente personal: ¿debía casarse o no? Tenía 29 años, una carrera científica en ascenso, y comenzaba a dar forma a la teoría de la selección natural tras su viaje a bordo del HMS Beagle. Sin embargo, en medio de su trabajo como secretario de la Sociedad Geológica de Londres y autor de numerosos estudios, su mente también divagaba hacia el matrimonio.

Darwin abordó la pregunta con el mismo rigor metódico que aplicaba a sus investigaciones. Primero garabateó una serie de pensamientos espontáneos sobre las ventajas de vivir solo y las complicaciones de casarse. Luego, en julio, elaboró dos listas tituladas con brutal honestidad: “Casarse” y “No casarse”.

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En la primera lista, anotó como ventajas: tener hijos (“si Dios quiere”), una compañera constante, hogar, música, conversación y cuidados domésticos. Pero también expresó dudas: “una terrible pérdida de tiempo”, escribió, temiendo que su productividad científica se viera afectada.

La segunda lista fue más extensa. En ella destacó la libertad de movimiento, el acceso a conversación intelectual en clubes, la posibilidad de evitar visitas familiares, y la independencia financiera. También temía engordar, volverse ocioso, y perder tiempo valioso. Pero incluso tras reconocer estos riesgos, concluyó: “Cásate. Q.E.D.”, usando la locución latina que significa “lo que se quería demostrar”, publica la BBC.

Luego se preguntó: ¿cuándo casarse? Aunque sentía miedo ante las riñas, los gastos y las distracciones sociales, temía más la soledad y la falta de una familia. “Anímate”, se dijo, “no se puede vivir esta vida solitaria, con una vejez aturdida, sin amigos, con frío y sin hijos”.

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Charles y Emma Darwin (1840). Imagen compuesta a partir de dos retratos contemporáneos de George Richmond

Ese mismo año le propuso matrimonio a su prima Emma Wedgwood, quien aceptó. Juntos construirían un hogar que se convirtió en el refugio físico y emocional del naturalista. Emma no solo lo acompañó durante 43 años de matrimonio, sino que también fue su copista, su traductora, su cuidadora y su equilibrio emocional, en una vida marcada por enfermedades y pérdidas familiares.

El matrimonio no limitó la obra de Darwin: la fortaleció. Emma creó el entorno que le permitió enfocarse en su trabajo sin distracciones, estableciendo un modelo silencioso pero esencial de apoyo intelectual, emocional y doméstico. Y así, la decisión resuelta mediante una simple lista cambió no solo la vida de Darwin, sino también el curso de la ciencia.

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