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¿Por qué tus ojos pican más cada año? Expertos explican la “tormenta perfecta” detrás del empeoramiento de las alergias al polen

Las temporadas de polen se han extendido y la concentración de partículas ha aumentado significativamente en las últimas décadas, según estudios citados por expertos.

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Si sientes que cada año la llegada de la primavera (o incluso antes) trae consigo estornudos más frecuentes, ojos más llorosos y una congestión nasal más intensa, no es solo una percepción personal. Expertos y estudios científicos coinciden en que las alergias al polen están empeorando, y explican que detrás de este fenómeno hay una combinación de factores ambientales y biológicos que crean una “tormenta perfecta” para quienes sufren esta condición.

La explicación comienza con la propia estrategia reproductiva de muchas plantas, particularmente los árboles. Para dispersar su material genético, tienen dos caminos principales: depender de agentes polinizadores como las abejas, o utilizar el viento. La polinización anemófila, es decir, por viento, aunque menos precisa, compensa esta ineficiencia produciendo cantidades copiosas de polen, el cual debe ser ligero para ser transportado por el aire. Es precisamente este polen arrastrado por el viento el principal responsable de las reacciones alérgicas en millones de personas.

Sin embargo, las condiciones bajo las cuales se produce y dispersa este polen están cambiando drásticamente debido a un factor global: el cambio climático. Diversos estudios han documentado que, como consecuencia del aumento de las temperaturas y las alteraciones en los patrones climáticos, las temporadas de polen se han expandido. Entre 1990 y 2018, por ejemplo, se observó que las temporadas de polen se alargaron en un promedio de 20 días, señala el medio especializado ScienceAlert.

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Pero no solo la duración de la exposición ha aumentado. Las investigaciones también han revelado que las concentraciones de polen en el aire han experimentado un incremento significativo. En el mismo periodo estudiado, las concentraciones de polen aumentaron en un preocupante 21%. Esto significa que, durante una temporada más larga, las personas alérgicas están expuestas a una mayor cantidad de partículas alergénicas por metro cúbico de aire.

A los efectos directos del cambio climático se suma otro factor relacionado con la actividad humana: el aumento de los niveles de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera. Existe evidencia que sugiere que una mayor concentración de CO2 puede estar impulsando un aumento adicional en la cantidad de polen producido por algunos tipos de árboles, lo que agrava aún más el problema para los alérgicos.

Por si esto fuera poco, fenómenos meteorológicos extremos, como las fuertes tormentas de viento, que también se han vuelto más comunes e intensas en algunas regiones –como el sureste de Estados Unidos, mencionado en estudios–, exacerban la situación. Estas tormentas no solo mantienen el polen en el aire por periodos más prolongados, sino que también pueden romper las partículas de polen más grandes en fragmentos más pequeños. Estas partículas diminutas son aún más problemáticas, ya que pueden penetrar más profundamente en las vías respiratorias, provocando reacciones alérgicas más severas.

En conclusión, el empeoramiento de las alergias al polen no es casualidad. Es el resultado de una compleja interacción entre las estrategias naturales de las plantas y los cambios ambientales inducidos por la actividad humana, creando un escenario cada vez más desafiante para quienes conviven con esta afección. Comprender estos factores es clave para buscar soluciones, tanto a nivel individual como a través de políticas que aborden el cambio climático y sus efectos.

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