Si te molesta mucho escuchar a otras personas masticar, debes saber esto
Un estudio plantea las razones detras de aquella hipersensibilidad.

Getty Images / RUBEN BONILLA GONZALO
El sonido de alguien masticando, sorbiendo o tecleando puede generar molestia en muchas personas, pero para quienes padecen misofonía, estas experiencias pueden ser exasperantes y provocar respuestas emocionales intensas.
Ahora, un estudio ha identificado cambios en el cerebro que podrían explicar por qué algunas personas desarrollan esta hipersensibilidad a ciertos sonidos.
“Para muchas personas con misofonía, esto será una buena noticia, ya que por primera vez, hemos demostrado una diferencia en la estructura y función del cerebro de los afectados”, afirmó Sukhbinder Kumar, investigador de la Universidad de Newcastle, en el Reino Unido.
Los hallazgos, publicados en Current Biology, sugieren que la misofonía podría estar relacionada con la dificultad del cerebro para controlar la propagación de señales asociadas con sonidos repetitivos, lo que activa de manera excesiva la respuesta de lucha o huida.
El impacto de los sonidos en el cerebro
Para entender cómo el cerebro de una persona con misofonía procesa estos sonidos, los investigadores analizaron escáneres cerebrales y respuestas fisiológicas de dos grupos de voluntarios:
- Un grupo de 20 personas con misofonía, que reportaron experimentar angustia con ciertos sonidos.
- Un grupo de 22 personas sin misofonía, que no reportaron molestias significativas ante estos ruidos.
A ambos grupos se les expusieron a:
- Sonidos neutros, como el silbido de una tetera.
- Sonidos molestos, como el llanto de un bebé.
- Sonidos desencadenantes, como la masticación fuerte o la respiración ruidosa.
Mientras que los sonidos neutros y molestos no generaron diferencias significativas entre ambos grupos, los sonidos desencadenantes provocaron un aumento del ritmo cardíaco y la conductividad de la piel en quienes tenían misofonía.
Pero lo más relevante ocurrió en los escáneres cerebrales:
“Los ruidos desencadenantes se correlacionaron con un aumento de la actividad en varias regiones del cerebro, incluido el lóbulo frontal y la corteza insular anterior (AIC)”, explicó Kumar.
Las regiones del cerebro que procesan la misofonía
La corteza insular anterior (AIC), ubicada en lo profundo del pliegue que separa los lóbulos frontal y parietal del lóbulo temporal, es clave en la integración de señales sensoriales con respuestas emocionales.
Si bien esta área también se activó en el grupo sin misofonía, en las personas con el trastorno hubo una conexión mucho más fuerte entre el AIC y el lóbulo frontal, lo que sugiere que su cerebro tiene dificultades para filtrar la información y controlar la respuesta emocional.
Más información

Los investigadores también encontraron actividad aumentada en la corteza prefrontal ventromedial (vmPFC), el hipocampo y la amígdala, estructuras clave en el procesamiento emocional y la memoria.
“Las personas con misofonía tenían vainas de mielina más gruesas en la corteza prefrontal ventromedial, lo que sugiere una transmisión nerviosa más intensa”, agregaron los científicos.
Este hallazgo sugiere que la misofonía no es simplemente una reacción exagerada o un problema psicológico, sino una condición con una base neurológica identificable.
Un trastorno aún poco comprendido
Aunque la misofonía fue reconocida por primera vez en el año 2000, aún no es un diagnóstico oficial en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), lo que dificulta que quienes la padecen sean tomados en serio.
Sin embargo, estudios previos han sugerido que la misofonía podría estar relacionada con:
- Trastorno obsesivo-compulsivo (TOC)
- Ansiedad generalizada
- Altos niveles de neuroticismo
Un estudio publicado en el Journal of Clinical Psychology en 2014 estimó que hasta el 20% de la población podría experimentar algún nivel de misofonía.
Por otro lado, un estudio de 2015, publicado en Australasian Psychiatry, argumentó que la condición podría ser reconocida como un trastorno independiente dentro del espectro de las condiciones psiquiátricas.
¿Cómo afecta la vida cotidiana?
Las reacciones ante sonidos desencadenantes pueden variar desde irritación moderada hasta ataques de ira o angustia severa, interfiriendo con la vida social y el bienestar emocional de los afectados.
“Si bien todos podemos sentir una punzada de molestia con ciertos sonidos, en la misofonía, esta reacción se propaga a través de múltiples áreas del cerebro, intensificando la respuesta emocional”, señala Kumar.
Esto explicaría por qué algunas personas con misofonía evitan situaciones sociales, tienen dificultades para concentrarse en ambientes ruidosos o experimentan un malestar profundo cuando escuchan sonidos específicos.
No hay una cura, pero el hallazgo ayuda a comprender mejor la misofonía
Por ahora, no existe un tratamiento específico para la misofonía, pero los hallazgos de este estudio pueden ayudar a desarrollar estrategias de manejo más efectivas.
“Este descubrimiento no tiene una solución fácil, pero podría ayudar a que las personas comprendan mejor la misofonía y se solidaricen con quienes la padecen”, concluyó Kumar.
Los investigadores sugieren que futuras terapias podrían centrarse en regular la conexión entre la corteza insular y el lóbulo frontal, posiblemente con técnicas de terapia cognitivo-conductual (TCC) o entrenamiento de exposición gradual a los sonidos desencadenantes.
Mientras tanto, la ciencia sigue avanzando en la comprensión de esta condición, que afecta silenciosamente a miles de personas en el mundo.