¿Por qué los mocos, las lágrimas y el sudor son salados? La ciencia lo explica con detalles
Descubre también por qué la saliva se excluye de esta regla.
Nuestro cuerpo produce diversos fluidos con funciones vitales, pero, más allá de su utilidad, comparten una característica común: su sabor salado. Desde los mocos hasta las lágrimas y el sudor, la ciencia tiene una explicación clara para este fenómeno.
¿Para qué sirven los mocos?
Los mocos no solo sirven para atrapar partículas y microorganismos, sino que su composición ayuda a desactivar patógenos. Están compuestos en un 90% por agua y contienen glicoproteínas, iones de cloruro y sodio, los mismos elementos que forman la sal de mesa.
Su ambiente salino contribuye a la deshidratación de microorganismos nocivos, ayudando a neutralizarlos. Además, la salinidad mantiene la viscosidad del moco y facilita su eliminación del cuerpo.
Lágrimas: protección ocular y expresión emocional
Las lágrimas cumplen una doble función: hidratar y proteger los ojos de agentes externos y servir como una señal social. Existen tres tipos principales de lágrimas:
- Basales: recubren la córnea con una película que evita la sequedad ocular.
- Reflejas: aparecen como respuesta a irritantes como el humo o la cebolla.
- Psicoemocionales: se generan ante emociones intensas y pueden fortalecer la conexión social.
Su composición incluye agua, electrolitos de cloruro y sodio, y proteínas que contribuyen a su sabor salado. Esta bioquímica asegura una correcta lubricación y limpieza ocular.
El sudor: un regulador de temperatura
El sudor es clave para mantener el equilibrio térmico del cuerpo. Se produce en las glándulas sudoríparas y está compuesto en su mayoría por agua y electrolitos, principalmente cloruro de sodio.
Dependiendo del nivel de sudoración, la cantidad de sal en el sudor puede variar: si sudamos poco, se reabsorben más electrolitos y el sudor es menos salado, mientras que en situaciones de alta sudoración, la salinidad aumenta.
¿Por qué la saliva no es salada?
A diferencia de los otros fluidos, la saliva no es salada, sino que mantiene un pH neutro entre 6.7 y 7.4. Se produce inicialmente como un fluido con alto contenido de sal, pero durante su recorrido, los electrolitos se reabsorben, dejando una solución hipotónica ideal para proteger la salud bucal.
Este equilibrio es esencial para evitar la proliferación descontrolada de bacterias y para garantizar una buena experiencia sensorial al comer.