“Su hija está horrorizada”: PDI explica cómo aclararon caso de monja de 80 años investigada por cadáver hallado en Ñuñoa
La policía descubrió que tanto la mujer investigada como la fallecida hicieron un pacto: “Ninguna de las dos iba a denunciar si fallecían. Si se enfermaban tampoco irían al médico, porque Dios las iba a cuidar”.
Un macabro hallazgo conmocionó a la comunidad de Ñuñoa el lunes pasado: osamentas de una mujer fueron encontradas en una bolsa celeste en la esquina de Los Talaveras con Alcalde Eduardo Castillo Velasco. Las primeras hipótesis apuntaban a un crimen organizado, pero la investigación de la PDI reveló una historia insólita y un pacto entre dos mujeres que se habían consagrado a Dios.
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Un pacto y una muerte sin aviso
Las pesquisas de la Brigada de Homicidios Metropolitana, encabezada por el subprefecto Juan Luis Fonseca, los llevaron hasta una casa de dos pisos en la calle Los Jardines, a cinco cuadras del lugar del hallazgo. Allí vive Lorenza Ramírez Barrera, una mujer de 80 años que se considera laica consagrada de la iglesia católica.
La investigación reveló que la mujer fallecida era Erica Fernández Mora, de 59 años, quien también se había consagrado a Dios. Ambas se conocieron en una parroquia y forjaron una profunda amistad, incluso con un pacto: “ninguna de las dos iba a denunciar si fallecían. Si se enfermaban tampoco irían al médico porque Dios las iba a cuidar. No iban a realizar inscripción, se iban a cuidar una a otra hasta el último de sus días”, relató el subprefecto Fonseca a LUN.
Aparentemente, Erica enfermó de cáncer de ovarios y Lorenza la cuidó hasta su fallecimiento hace alrededor de siete meses. En cumplimiento del pacto, Lorenza guardó el cuerpo de su amiga en una maleta y la llevó a su casa en Los Jardines, donde la dejó en la bodega sin que nadie lo notara. “Continuó haciendo su vida”, indicó Fonseca.
Lo conducta que hizo que nadie sospechara de ella
A pesar de que guardaba un cadáver en la bodega de su casa, Lorenza continuó con su vida normal. Solía recorrer el barrio con un carrito con ruedas, recogiendo cosas, ya que decía que apoyaba un hogar de menores. Los vecinos la conocían como la hermana María Esperanza e intentaban colaborar con su labor.
Sin embargo, esta misma conducta de la religiosa de 80 años, permitió que nadie sospechara cuando ella hace siete meses trasladó en una maleta con ruedas el cuerpo de Erica. Ni tampoco cuando tomó el mismo equipaje y lo colocó en la calle.
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