Carlos Manzano, uno de sus autores, afirma que “una persona podría estar consumiendo entre 160 y 270 partículas de plástico por cada kilogramo de su peso corporal durante un año”. Además, destaca la durabilidad y resistencia de los materiales utilizados en el cuerpo de la botella y las tapas como factores clave en la liberación de microplásticos en el agua embotellada.
Materiales como el tereftalato de polietileno (PET), el polietileno de alta densidad (PE) o el polipropileno (PP) están permanentemente expuestos a factores mecánicos y ambientales durante todo el ciclo de vida del producto, desde la fabricación hasta la eliminación, por lo que son los con mayor presencia.
Según la investigación, estas partículas de microplástico pueden originarse no solo por el desgaste de los materiales de la botella y la tapa, sino también por contaminantes presentes en las áreas de extracción del agua. Además, se señala que podrían contener aditivos plásticos que migran al agua desde los tanques o tuberías de almacenamiento durante el proceso de embotellado y la tensión en la superficie del plástico durante la distribución a alta presión.
Fallon Nacaratte, investigadora principal de este trabajo, explicó a uchile.cl que “el 90% del agua embotellada analizada presentó un diseño de tapa segmentada, lo que resultó en concentraciones más altas de microplásticos en comparación con aquellas con un anillo continuo (...) Esta observación es consistente con investigaciones anteriores que sugieren que el diseño estructural del sistema tapa-cuello puede afectar significativamente la propensión de un paquete a liberar microplásticos”.
Impacto en el organismo
La investigación destaca la amplia evidencia científica sobre los efectos nocivos de los microplásticos en el medio ambiente, generando algunos procesos inflamatorios en animales. Y aunque se enfatiza que el estudio sobre el impacto de estos elementos en humanos aún está en sus primeras etapas, este también señala que diversas investigaciones han confirmado su presencia en diferentes partes del cuerpo humano.
En la misma línea, el estudio plantea que “es bien conocido que la toxicidad de los MP aumenta en fracciones de menor tamaño, lo que sugiere que pueden desplazarse a través de sistemas fisiológicos y aumentar su potencial acumulación en órganos como el hígado y los riñones, además de generar impactos negativos a nivel celular”.
La investigación también revela que “se encontró que el 77% de los sujetos de prueba tenían una cantidad mensurable de MP en la sangre, siendo PET, PS y PE los polímeros más encontrados (...) Esto respalda la hipótesis de que la exposición prolongada a partículas de plástico podría provocar su absorción en el torrente sanguíneo, lo que indica que ciertos polímeros plásticos pueden estar biodisponibles”.
El doctor Fabien Magne, académico del Instituto de Ciencias Biomédicas de la U. de Chile, que actualmente analiza el efecto de estas partículas en los pulmones, aseguró a uchile.cl que “es crucial tener mayor certeza sobre los orígenes potenciales de estas partículas para evaluar las medidas y riesgos relacionados con su consumo, e implementar estrategias para mitigar su presencia (...) Para ello, las regulaciones deberían imponer estrictas condiciones de limpieza durante la producción de agua potable y el funcionamiento de las plantas embotelladoras”.
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